lunes, 28 de mayo de 2012

Felicidad.
Sí, esa es la palabra. Sonreír a todas horas sin querer, mirar a cualquier sitio y verle a él. Sentirle cerca aunque esté a cuatrocientos kilómetros. Decirle que le quieres cada dos segundos y que le odias cada tres. Pensar en darle un beso si le tuvieses delante para callarle cada vez que dice una tontería. Pero sobre todo sonreír, sonreír cuando te da un toque, cuando recibes un mensaje suyo, cuando aparece su foto en la parte izquierda del ordenador con un circulito verde indicando que te ha hablado, cuando te dice que eres lo mejor que le ha pasado en la vida y cuando te acuerdas de él, es decir, cada milésima de segundo.



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